domingo, 20 de febrero de 2011

DEJANDO HUELLA

En cuanto cerré la puerta del apartamento, sentí un bombeo de sangre mas rápido y fuerte de lo normal, mi cuerpo temblaba, producto del nerviosismo que se sentía de ambas partes, era el momento de echarme a correr, pero no podía porque mi palabra vale oro y tenía que hacerla valer, asì que empecè a hacer ejercicios de respiraciòn para tranquilizarme y darme valor. Para hacer el ambiente menos tenso puse algo de mùsica, lo primero que se escuchò fueron a The Beatles, continuando con The Doors y me pareciò que las melodìas podìan apaciguar un poco mi ansiedad. Antes de empezar con el trabajo, le dirigì unas palabras porque queria que supiera que esta actividad tenía un significado especial para mì, a lo que contestò que tratarìa de respetar esa situación y serìa lo mas cuidadoso ante esto que estaba aconteciendo. Para esta persona tampoco fue fácil, a cada rato me comentaba que se le saldría el corazón de los nervios, sin embargo, trato de concentrarse para que ésto que hacíamos, saliera lo mejor posible. Fueron 2 horas y media de intenso trabajo, conforme transcurría el tiempo y esta actividad iba decreciendo, el temblor en mi cuerpo fue cediendo, poco a poco fui adaptandome a la situaciòn. En esta ocasiòn la sabana fue mi compañera, las paredes  mis cómplices, la música mis calmantes, el aire   mi aliento y una fruta mi atrevimiento; su herramienta la creatividad, sus ojos la precisión, su mente la planeación y  sus manos, el centro de todo. Y terminé con esa satisfacción infinita que te inunda tu ser, cada vez que haces las cosas bien. Y terminó con ese alivio de saber que los resultados que obtendrá serán buenos. Al término de esto y tras haber vencido esas barreras del miedo, los nervios, la pena, la risa, nos dimos un abrazo muy fuerte porque lo logramos, hicimos un excelente equipo.

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