Es la primera vez que siento algo así en el cuerpo. Muchas
veces me he cortado, me han inyectado a voluntad y otras tantas en contra ella,
pero esto que se siente, no se compara
nada a lo que se experimenta cuando alguien dibuja en tu cuerpo con aguja por
la mezcla de emociones y un toque de dolor.
Cámbiate, me dijo y yo muy obediente me dirigí al baño para
ponerme una chamarra de frente y dejar descubierta mi espalda, salí y me
percaté que las manos comenzaban a sudar, sentía una cierta ansiedad, producto
de la situación que vivía en ese momento. La tensión abundaba en cada
rinconcito de mi ser, pero me senté y me acomodé como me indicó él.
El primer trazo no me dolió, pero todos los que siguieron
dolían como si algo te cortara la piel, en algunos momentos estuve a punto de
decir: ¡ya, me rajo, déjamelo así, ya no quiero nada!. Una vez que terminó de
contornear la figura, descansé, pero ya no me sentía tensa como antes. Ya me
había relajado y le escuché decir: vamos a continuar. El relleno de color del
símbolo fue soportable, no sé si ya me había acostumbrado al dolor pero ya no
le sufrí. Fui feliz cuando le escuché
decir, terminamos.
Me tatué, si. Algo de mi historia de vida quiero que quede
plasmado en el cuerpo, en la piel, pero además dándole un sentido a ese
tatuaje, un significado especial. En mi historia de vida, marca el inicio de
una nueva era, el compromiso y la unificación de dos personas hombre-mujer
buscando un complemento, logrando así el
equilibrio para nosotros y los nuestros en el mundo y el universo.
EL SIMBOLO DE LA DUALIDAD MAYA
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